¡TE FALLÉ, MUNDO!

Un breve relato de mi vida, mis yerros, mis aciertos, lo que Cristo hizo en mí, y en qué momento de mi vida me encuentro. Espero que alguien pueda ser edificado. 

Génesis de mi pequeña historia

Hace mucho tiempo, en la época dorada de mis años mozos, enfrenté lo que casi cualquier joven experimenta. De un momento a otro, y casi sin darme cuenta, dejé de ver el mundo con ojos de niño. Ese pequeño mundo que se limitaba a la casa en que vivía, a mi escuela y a las dos o tres cuadras del barrio, de pronto se me hizo pequeño y poco atractivo. Mis juguetes quedaron relegados en algún rincón de la casa. Los juegos infantiles de mi época y los infaltables juegos de pelota en la calle quedaron atrás.

En mi infantil inocencia, entre mis estudios y el juego, me hallé un día mirando curiosamente sobre la valla que separaba mi vida de niño a joven adolescente. Y por primera vez vi el fulgor del mundo allá afuera. Ante mí se vislumbraba el atractivo seductor de un mundo que, cual canto de sirena, me embriagaba con su encanto, y me invitaba a ir a él. Y lo hice. Con pasos tímidos y cautelosos al principio, me dirigí a ese mundo mientras éste me esperaba con una sonrisa y con los brazos abiertos. A la entrada había una gran puerta ancha. Tan ancha era, que no alcanzaba a divisar entre un extremo y otro. Y sobre la puerta un aviso enorme con muchas luces multicolores que destellaban al son de ritmos musicales. En el aviso pude leer: “Bienvenido al camino ancho, un lugar para todos y para todo[1].

Me recibió un señor vestido de traje fino (hablo en términos alegóricos). Por su aspecto elegante parecía ser alguien muy importante. Admito que se veía como alguien que sabe mucho, una especie de autoridad intelectual. Me llevó a una biblioteca inmensa. Había toda clase de libros antiguos y modernos, y de todos los temas. Su misión, según me dijo, era enseñarme a construir una cosmovisión del mundo y la vida. Me llevó a un estante con un letrero que decía: “La sabiduría del mundo[2]. De allí tomó varios tomos con hermosas carátulas y contenidos totalmente nuevos para mí.

Con un hablar grandilocuente, me presentó un montón de teorías y filosofías que yo no conocía. Me habló de la evolución de las especies, del papel del trabajo en la transformación del mono en hombre, del existencialismo, del agnosticismo, de la muerte de Dios, del superhombre de Nietzsche, y de un montón de cosas más. Su disertación y sus argumentos tenían, a mi parecer, una lógica irrefutable. Reuní toda esa información, la procesé en mi mente juvenil, y luego, en forma orgullosa, creyéndome muy inteligente e intelectual, alcé mi bandera de independencia, y me sumé a los que niegan la existencia de Dios.

Salí de aquella biblioteca con mi recién adquirido bagaje intelectual, presumiendo de lo que había aprendido, y con la firme intención de seguir avanzando hacia el interior de ese mundo inexplorado.

No conforme con mi necia proclamación atea, y, en mi recorrido por el fascinante descubrimiento del mundo, me propuse abarcar sus tres pilares: “los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida”. En tan solo un par de años sucumbí a los encantos de un mundo que me mostró su cara bonita, pero que nunca me mostró su lado oscuro. Nunca me habló de las consecuencias. Y cuando me di cuenta de ello, ya me había equivocado lo suficiente como para dejar huellas vergonzosas en mi vida. Así transité un tiempo en mi vida. Llevando a cuestas un montón de teorías y filosofías, pavoneándome y viviendo el concepto de vida que el mundo me enseñó. 

Cristo salva mi vida

Era un día lluvioso. Mientras miraba perezosamente por la ventana, de pronto experimenté una fuerte sensación de vacío. Ese día tuve una aterradora conciencia del sin sentido de mi vida. Desde ese entonces algo pasó. Creo que ese fue el punto de inicio en el que Dios vino a socorrerme. No sé cómo, no sé por qué, Dios untó colirio en mis ojos espirituales, movió los finos hilos de mis circunstancias, y gradualmente me llevó a tener conciencia de mi necedad de haberle negado.

El Señor me llevó al punto de reconocerle. Y fue así como un día abrí las puertas de mi corazón para recibir a Jesucristo como mi Señor y Salvador. Jamás voy a olvidar ese momento. No pretendo sobre enfatizar mi experiencia, pero, aunque en ese momento no era más que un bebe espiritual, supe que en mi vida había ocurrido algo inexplicable para mí. Dios se hizo real en mi vida, tuve conciencia de ser perdonado y aceptado por Él, y nació en mí un profundo deseo de buscarle, de conocerle y de amarle.

El día que Cristo irrumpió en mí, mi vida se partió en dos. En el antes y el después. La bandera de independencia que neciamente había izado, la traje a los pies de la cruz de Cristo; entonces él colocó sobre mí su bandera de amor, en señal de que mi corazón había sido conquistado, y Él como Rey Soberano, dueño y Señor de mi vida, tenía el derecho de establecer su reino en mi vida y ejercer su señorío.

Aquí es oportuno citar el texto bíblico que resume la pequeña historia de mi vida:

“Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?” (Efesios 5:4-5)

Me gustaría cerrar este escrito con una declaración pública:

¡Te fallé mundo... y no me arrepiento de ello!

¡Te fallé mundo, porque cuando me atrapaste y creíste que te pertenecía, fui rescatado por mi amado Salvador!       

¡Te fallé mundo, porque cuando creíste que me habías alejado de Dios, él se acercó a mí, y su gracia fue más fuerte que mis pecados, me atrajo a si mismo con cuerdas de amor, y le dio sentido y propósito a mi vida!

¡Te fallé mundo, porque entendí que tus ofertas de la sabiduría del mundo, de los placeres temporales, y el orgullo de las riquezas, son basura en comparación con las riquezas del pleno entendimiento de Cristo!

En este momento Dios continúa su obra en mi. En tanto que el Señor trabaja formando el carácter de Cristo en mi vida, quiero responder al fuego interior que él ha encendido en mi vida y que me impele a comunicarle. Esa es la razón que dio vida a este espacio. Desde la pequeña historia de mi vida, quiero compartir acerca de la bondad de Dios, de su gracia, de sus grandes hechos, y de la belleza de su carácter, y de paso, contribuir un poco con la restauración y  edificación que muchos pueden estar necesitando.

Así que, nos encontramos en la próxima publicación.

Bendiciones para todos.



[1] Analogía inferida de Mateo 7:13

[2] Inferido de Santiago 3:13-|7

Comentarios

  1. Que buen relato y testimonio del poder de Dios en tu vida. El Señor bendiga tu vida y te fortalezca cada día.

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  2. Excelente Dios es bueno atraves de nuestras experiencias vividas nos damos cuenta aun más el propósito grande hay hay para las vidas atraves de nosotros.
    Bendiciones 😇

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